Esta reportagem explora o contexto,as bases, os argumentos e articulação do movimento feminista transexcludente radical TERF na América Latina impacto que este aspecto do feminismo global tem na população trans desta região, que, apesar de ter vários governos esquerdistas, tem sido afetada pelo movimento terf como parte de uma articulação conservadora que encoraja a inversão dos direitos humanos, especialmente os direitos sexuais, reprodutivos e de identidade de gênero.

 

 

El terfismo en América Latina: un borrado histórico de las personas trans / Reportaje completo

 
 


Ilustración de Carolina Urueta

 

Este reportaje explora los antecedentes, las bases, los argumentos y la articulación del movimiento feminista radical transexcluyente – TERF (por su acrónimo en inglés del término: trans exclusionary radical feminist) en América Latina y el impacto que tiene dicha vertiente del feminismo global en la población trans de esta región que, a pesar de tener varios gobiernos de izquierda, se ha visto impactada por el movimiento terf como parte de una articulación conservadora para revertir derechos humanos, especialmente derechos sexuales, reproductivos y de identidad de género. 

Mapeamos los discursos, hechos, estadísticas y organizaciones feministas transexcluyentes para cuestionar la idea del “borrado de mujeres”, uno de los principales argumentos del terfismo. Mujeres transfóbicas (entre ellas juristas, abogadas y activistas con grandes audiencias) usan constantemente esta idea, que sirve para desconocer y estigmatizar a las personas trans y presentarlas como una amenaza para las mujeres cis y sus luchas históricas. 

Para el desarrollo de esta investigación periodística Volcánicas entrevistó a 20 personas trans, cis y no binarias de México, Colombia, Argentina, Honduras, Guatemala, República Dominicana, Brasil, Inglaterra y España. Este reportaje cuenta con las perspectivas de feministas, lesbianas y personas no binarias entre las cuales hay activistas, periodistas sociólogues, psicólogues, académicas y docentes. Parte de nuestras entrevistadas coincidieron en algún momento (o coinciden) con el pensamiento transexcluyente, otres son expertes en derecho, biología y salud. 

Algunas de las personas entrevistadas para este reportaje se acogieron a la protección de fuentes garantizada en el artículo 74 de la Constitución colombiana y han pedido que se use un seudónimo en sus testimonios para proteger su integridad. 

Orígenes del terfismo: qué es y de dónde viene

El feminismo transexcluyente empieza en los años setenta en países anglosajones con feministas anti trans como Janice G. Raymond, profesora estadounidense y autora del libro The Transsexual Empire (1979), en el que afirma que todas las personas transexuales “violan el cuerpo de la mujer al reducir la verdadera forma femenina a un mero artefacto” y menciona a Sandy Stone, una mujer trans a quien acosó hasta dejarla sin trabajo. 

Hoy en día el nombre de Janice G. Raymond sigue siendo influyente en las altas cúpulas feministas, pues hasta el 2019 formaba parte de la dirección de Coalition Against Trafficking in Women (CATW), una reconocida organización en contra del tráfico de mujeres y niñas con sede en Nueva York, oficinas en Asia y Latinoamérica y socios en Europa

Raymond trabajó con el gobierno de Estados Unidos para que la población trans no tuviera acceso a tratamientos hormonales ni cirugías de reasignación. Ella misma ha aceptado que en 1980, el gobierno le pidió un artículo sobre los aspectos sociales y éticos de la cirugía trans. Posteriormente, los informes de la Oficina de Evaluación de Tecnologías de la Salud (OHTA) y el Centro Nacional de Tecnología para el Cuidado de la Salud, así como la directiva presidencial de Seguridad Nacional, citaron sus trabajos anti trans y anti trabajadoras sexuales. 

En su artículo “De élites y vísceras”, la escritora Alana Portero dice: “Aún hoy, cuarenta años después de aquello, ha sido imposible calcular el impacto directo de la asociación Raymond – Reagan. Si son miles o cientos de miles las muertes derivadas de la desatención sanitaria resultante de aquella suma de fuerzas, jamás lo sabremos”. No fue la única: la jurista Catharine MacKinnon y la activista Andrea Dworkin también trabajaron con el gobierno republicano para lograr la aprobación de leyes punitivistas anti porno y anti trabajo sexual.

Algunas de las embajadoras de CATW, como la abogada mexicana Teresa Ulloa, han participado en debates gubernamentales sobre trata de personas donde han desconocido a las trabajadoras sexuales, entre las cuales hay muchas personas trans. La actual directora de CATW, Taina Bien – Aimé, que recibe más de 144 mil dólares al año por su trabajo, también tiene una postura anti trabajo sexual

La transfobia en el feminismo fue cuestionada desde sus principios en los debates del feminismo radical que se dieron entre los años sesenta y ochenta gracias a contranarrativas como el concepto de la interseccionalidad, que fue planteado en los setentas por las mujeres negras y lesbianas del colectivo Combahee River y que ha sido fundamental para desarticular las ideas esencialistas de la teoría radical transexcluyente. Adicionalmente, aunque las feministas anti trans se llamen a sí mismas “radicales”, en la genealogía del feminismo radical hay posturas transincluyentes. Como la de la antropóloga cultural estadounidense Gayle Rubin, quen aporta las bases de los estudios feministas contra el determinismo biológico del sistema sexo – género, así como las posturas de las feministas radicales que en 2008 marcaron distancia con el terfismo, aclarando que no todas las radfem son terfs y que esas siglas (TERF) no representan completamente su movimiento. 

Tras la masificación del movimiento feminista en América Latina en la primera década del siglo XXI, el discurso transexcluyente ha sido identificado con las siglas TERF. Estas siglas fueron acuñadas en 2008 por Viv Smythe, una mujer cisgénero, heterosexual y feminista radical transincluyente de Australia, que utilizó por primera vez en un blog la palabra “terf” para describir una postura que se comenzaba a notar dentro de algunos círculos feministas. En uno de sus textos explicó que el término lo había escuchado en conversaciones con sus amigas trans y cis que le habían compartido sus preocupaciones por el renovado interés de posturas esencialistas que aseguraban que el binarismo (hombre – mujer) era inherente a la identidad. 

En su blog, Viv Smythe dice que el nombre que mejor describe a ese grupo de mujeres transexcluyentes es el de TES: Separatistas Transexcluyentes pues, según ella, la base del pensamiento transfóbico es demasiado esencialista para considerarse feminista. Pero activistas feministas decoloniales como Ciguapa, de República Dominicana, están en desacuerdo y han expresado la importancia de nombrar a las terfs como feministas para poder hacerle crítica a ese feminismo que elle describe como “esencialmente racista”. Ciguapa escribe: 

“Las terfs son feministas. Terribles feministas pero feministas al fin. Las feministas transfóbicas y racistas siguen siendo feministas y decir que no, es un lavado de cara al feminismo que comenzó como un movimiento racista y transfóbico. En lugar de decir que no son feministas, lo que debemos hacer es comenzar a hacerlas responsables de esos discursos. Es necesario reconocer que el feminismo no es perfecto. Las sufragistas no creían que las mujeres negras eran lo suficientemente avanzadas y civilizadas para merecer el derecho al voto, e históricamente maltrataban a las mujeres trans. Textos fundacionales del feminismo tradicional carecen de una perspectiva antirracista y suelen caer en el cis – sexismo con mucha facilidad. Y no, porque sean mujeres el racismo y la transfobia no son excusables o «menos malos» que cuando los hombres los promueven. La transfobia no se debate, se combate”.

A pesar de que el acrónimo TERF se ha utilizado globalmente para identificar a las feministas transexcluyentes, no es un término con el que ellas se sientan necesariamente cómodas. Para entender qué opina sobre el término alguien que ha sido señalada como tal, Volcánicas entrevistó a la activista mexicana Dana Corres criticada por sus comentarios y tuits sobre las personas trans. 
Corres tiene una audiencia en Twitter de 22 mil personas, fue integrante de la red juvenil Yo soy 132 y es especialista en temas de movilidad. Para ella, el calificativo TERF “es violencia, es misoginia y es discurso de odio. Han sido años de intimidación, de acoso, de amenazas e insultos, de violencia. Yo tengo fácil cuatro o cinco años soportando que me llamen así y hay quienes dicen que es solamente un concepto, pero no es un concepto que nosotras aceptemos como propio o como algo que vamos a tolerar”.

 

Leia a reportagem completa em https://volcanicas.com/el-terfismo-en-america-latina-un-borrado-historico-de-las-personas-trans/


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